A medida que envejecemos, la mayoría de nosotros comenzamos a pensar en el tipo de persona por la que queremos ser recordados.
Ser considerado una «buena persona» no se trata de perfección, sino de crecimiento y autoconciencia.
Y seamos honestos, algunos comportamientos que hemos mantenido durante años podrían estar frenándonos.
La verdad es que convertirse en una mejor versión de uno mismo a menudo implica dejar atrás ciertos hábitos o actitudes que ya no nos sirven—a nosotros o a los demás. No siempre es fácil reconocer estos comportamientos en nosotros mismos, pero una vez que lo hacemos, decirles adiós puede marcar una gran diferencia.
Si quieres ser alguien a quien las personas respeten, en quien confíen y con quien realmente disfruten estar, es momento de observar más de cerca cómo te presentas ante el mundo. Aquí hay 8 comportamientos que querrás dejar atrás mientras te conviertes en tu mejor versión.
1) Guardar rencor
La mayoría de las personas no planean guardar rencor—simplemente sucede.
Alguien te hace daño, te sientes herido y, de repente, ese resentimiento ocupa un lugar permanente en tu mente.
Pero aquí está la verdad: aferrarse al rencor no castiga a la persona que te lastimó—te castiga a ti.
Llevar resentimientos contigo a lo largo de los años puede volverte amargado, cerrado y menos accesible. Nadie dice que perdonar sea fácil, pero dejar atrás las heridas del pasado puede ser una de las cosas más liberadoras que harás en tu vida.
Cuando dejas de guardar rencor, creas espacio para relaciones más saludables y una carga emocional más liviana. Las personas empiezan a verte como alguien amable, comprensivo y de corazón abierto—el tipo de persona con la que todos queremos estar cerca.
2) Desestimar las perspectivas de los demás
Solía pensar que tenía una mente bastante abierta—hasta que un amigo me señaló que siempre rechazaba las ideas con las que no estaba de acuerdo.
Al principio, me puse a la defensiva (porque, por supuesto, yo pensaba que tenía razón).
Pero luego comencé a notar cuántas veces interrumpía o descartaba las opiniones de los demás a mitad de la conversación, como si su perspectiva no importara tanto como la mía.
Related Stories from NewsReports
No era intencional, pero me hacía parecer cerrado y hasta condescendiente. Mirando hacia atrás, me doy cuenta de cuántas oportunidades perdí de aprender algo nuevo o de fortalecer mis relaciones.
Cuanto más envejezco, más aprendo a hacer una pausa y realmente escuchar. Incluso cuando no estoy de acuerdo, validar el punto de vista de otra persona demuestra respeto y ayuda a que las personas se sientan escuchadas.
Ser considerado una buena persona no se trata de tener siempre la razón; se trata de estar dispuesto a entender de dónde vienen los demás. Y créeme, ese cambio marca toda la diferencia.
3) Hablar más de lo que escuchas
¿Sabías que la mayoría de las personas pasan aproximadamente el 60% de sus conversaciones hablando sobre sí mismas?
- 8 phrases to eliminate from your vocabulary if you want to sound mature and assertive - Hack Spirit
- 8 subtle phrases narcissists love to use without realizing how mean-spirited they sound - Global English Editing
- People who constantly feel like a burden often went without 7 core emotional needs growing up - The Blog Herald
Es algo natural en el ser humano—estamos programados para compartir nuestros pensamientos, experiencias y opiniones. Pero si siempre eres la persona que domina la conversación, puedes parecer egocéntrico, aunque no sea tu intención.
Cuando priorizas hablar en lugar de escuchar, te pierdes la oportunidad de conectar verdaderamente con los demás. Escuchar no es solo un gesto de cortesía; es una forma de demostrar que realmente te importa lo que la otra persona tiene que decir.
Con el tiempo, las personas notan cuando eres alguien que les da espacio para expresarse, y por eso te valorarán aún más.
Si quieres ser considerado una buena persona a medida que envejeces, practica contenerte y darles a los demás la oportunidad de hablar. Es un pequeño cambio que genera confianza y fortalece tus relaciones.
4) Evitar la responsabilidad
Culpar a las circunstancias, a otras personas o incluso a la mala suerte puede parecer la salida fácil cuando las cosas salen mal. Pero con el tiempo, evitar la responsabilidad afecta la forma en que los demás te ven—y también la forma en que te ves a ti mismo.
Asumir la responsabilidad de tus acciones, ya sea un error en el trabajo o un malentendido con un amigo, es una señal de madurez e integridad. Las personas respetan a quienes pueden admitir sus fallas y hacer las cosas bien.
La verdad es que nadie espera que seas perfecto. Lo que sí esperan es honestidad y disposición para aprender de tus errores. Cuando dejas de evitar la responsabilidad, demuestras que eres alguien en quien se puede confiar—y esa es una de las cualidades más valiosas que existen.
5) Dejar que el orgullo te impida disculparte
Hubo un tiempo en que me convencí de que decir «lo siento» me hacía parecer débil.
Justificaba mis acciones, encontraba formas de desviar la culpa o simplemente evitaba la conversación por completo.
Pero en el fondo, siempre supe cuándo debía una disculpa—y no darla dejaba un peso entre la otra persona y yo que no desaparecía.
Negarse a pedir disculpas no te protege; te aísla. Crea distancia en las relaciones y deja heridas que podrían haberse curado fácilmente con un simple reconocimiento del error.
Cuanto más envejezco, más me doy cuenta de que disculparse no se trata de perder—se trata de reparar.
Una disculpa sincera demuestra humildad, preocupación y respeto por la otra persona. Y la mayoría de las veces, fortalece los lazos mucho más que fingir que nada pasó.
6) Juzgar rápidamente a los demás
Es fácil caer en el hábito de juzgar a las personas por sus elecciones, apariencia o por la forma en que manejan las cosas de manera diferente a la nuestra.
Pero aquí está el problema: todos llevan consigo algo que no puedes ver. Una lucha, una historia o circunstancias que quizás nunca comprenderás por completo.
Cuando juzgas rápido, cierras la puerta a la empatía y la conexión.
Eso crea una barrera que te impide ver el panorama completo de quién es realmente una persona. Ninguno de nosotros quisiera ser reducido a un juicio instantáneo basado en un solo momento o error.
Si quieres ser alguien a quien la gente respete y con quien se sienta segura, practica dar el beneficio de la duda.
Elegir la comprensión en lugar del juicio no solo te hace más amable—también te hace más sabio.
7) Dar por sentadas a las personas
Las relaciones que tienes—amigos, familia, compañeros de trabajo—no están garantizadas para siempre.
Las personas no se quedan a tu lado cuando se sienten poco apreciadas, ignoradas o infravaloradas.
Es fácil asumir que aquellos que más importan siempre entenderán tu silencio o perdonarán tu falta de esfuerzo, pero con el tiempo, esa suposición erosiona la confianza y la conexión.
Si quieres ser considerado una buena persona a medida que envejeces, valora a las personas que eligen formar parte de tu vida.
Demuéstrales que te importan. Agradéceles. Diles lo que significan para ti antes de que sea demasiado tarde.
8) Imponer tus valores a los demás
Todos tenemos creencias y principios que consideramos fundamentales. Tomamos decisiones basadas en nuestras experiencias, en cómo fuimos criados y en lo que creemos correcto.
Pero el hecho de que algo sea importante para ti no significa que deba serlo para los demás.
Uno de los mayores errores que podemos cometer es tratar de imponer nuestras convicciones a los demás, asumiendo que nuestra visión del mundo es la única correcta.
Con el tiempo, aprendí que respetar a los demás no significa solo permitir que tengan sus propias opiniones. Significa aceptar que cada persona tiene su propio camino y que no siempre nos corresponde cambiarlo.
Si quieres ser alguien a quien los demás respeten y admiren, aprende a compartir tus valores sin imponerlos. El verdadero crecimiento ocurre cuando permitimos que las personas sean quienes son, sin necesidad de encajarlas en nuestras propias expectativas.
Quién eres es una elección
A medida que envejecemos, nuestras acciones y hábitos se graban en la memoria de quienes nos rodean.
La forma en que tratamos a las personas—ya sea con amabilidad, humildad o indiferencia—se convierte en el legado que dejamos atrás.
Los psicólogos enfatizan a menudo que la personalidad no es algo fijo; evoluciona con el esfuerzo consciente y la autoconciencia. Esto significa que quien eres hoy no tiene por qué definir quién serás mañana.
Cada decisión que tomas, cada comportamiento que eliges mantener o dejar atrás, moldea la persona en la que te convertirás y la manera en que los demás te recordarán.
Al final del día, ser considerado una «buena persona» no significa esforzarse por ser perfecto—significa tomar decisiones constantes para ser alguien que mejora la vida de los demás, aunque sea de una manera pequeña.
Y lo mejor de todo es que esa elección siempre está en tus manos.