El amor y la validación moldean gran parte de lo que llegamos a ser.
Cuando no recibimos ese amor en la infancia, buscamos maneras de llenar ese vacío—a menudo sin siquiera darnos cuenta.
Y no siempre es obvio.
Buscar validación no siempre significa querer atención o necesitar constantes palabras de afirmación.
A veces, se manifiesta en la manera en que trabajamos, en las relaciones que elegimos o en los estándares que nos imponemos a nosotras mismas.
Para las mujeres que nunca se sintieron realmente amadas cuando eran niñas, estos patrones pueden parecer naturales—simplemente parte de su personalidad—pero, cuando se observan con más detenimiento, se pueden notar las formas silenciosas en que buscan la aprobación que nunca recibieron.
Aquí hay siete maneras en que esta necesidad de validación puede aparecer, incluso sin que se den cuenta:
1) Siempre tratando de demostrar su valor
Para algunas mujeres, el éxito no se trata solo de ambición, sino de validación.
Cuando creces sintiéndote poco amada, puedes aprender a asociar el logro con el valor personal.
Sacar buenas calificaciones, destacar en el trabajo o ser la persona que «siempre tiene todo bajo control» puede convertirse en una forma de demostrar—tanto a los demás como a ti misma—que importas.
Pero el problema es que ningún éxito parece suficiente.
Siempre hay otra meta por alcanzar, otro hito por lograr.
La validación es temporal, y la necesidad de obtenerla nunca desaparece del todo.
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No es que trabajar duro o aspirar al éxito sea algo malo, pero cuando está impulsado por el miedo inconsciente de «no ser suficiente», puede volverse agotador.
2) Buscar aprobación en las relaciones
Durante años, no me di cuenta de cuánto buscaba validación en las personas con las que salía.
No era del tipo que rogaba por atención, pero noté un patrón: me esforzaba demasiado en ser «la novia perfecta».
Hacía todo lo posible por ser complaciente, evitaba los conflictos y priorizaba las necesidades de mi pareja antes que las mías.
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Si estaban felices conmigo, me sentía valiosa; si se alejaban, aunque fuera un poco, sentía que había fallado.
Me tomó mucho tiempo darme cuenta de que esto venía de mi infancia.
Desde pequeña, el amor siempre me pareció algo condicional—algo que debía ganarme.
Y, como adulta, sin darme cuenta, seguía intentando «ganarme» un lugar en la vida de los demás.
Comprender esto cambió mi perspectiva, porque me hizo ver que el amor verdadero no es algo que debes demostrar que mereces—es algo que mereces simplemente por ser quien eres.
3) Pedir perdón por todo
Algunas mujeres dicen «perdón» tantas veces que ni siquiera se dan cuenta.
No es solo por errores graves—es por cosas que ni siquiera requieren una disculpa.
Tropezar con alguien, hacer una pregunta o incluso simplemente hablar en una conversación puede hacer que digan automáticamente: «Lo siento».
Pedir disculpas en exceso suele estar relacionado con la baja autoestima.
Cuando una niña crece sintiéndose poco amada, puede internalizar la idea de que es una molestia o de que sus necesidades incomodan a los demás.
Con el tiempo, aprende a hacerse pequeña, a suavizar su presencia y a asegurarse constantemente de no molestar a nadie.
Cuanto más una persona se disculpa innecesariamente, más refuerza la creencia de que siempre está equivocada.
A largo plazo, esto hace que sea aún más difícil defenderse o confiar en su propia voz.
4) Dificultad para aceptar halagos
Cuando alguien les da un cumplido, su primer instinto es rechazarlo.
Pueden minimizarlo, redirigir el elogio hacia otra persona o insistir en que no lo merecen.
Esta reacción no proviene de la humildad, sino de la incomodidad.
Cuando el amor y la validación fueron escasos en la infancia, los halagos genuinos pueden sentirse extraños, incluso sospechosos.
En el fondo, pueden creer que, si alguien realmente las conociera, no vería nada digno de admiración.
Con el tiempo, esto crea una desconexión.
Anhelan validación, pero les cuesta aceptarla cuando la reciben.
En lugar de dejar que las palabras amables las reconforten, las rechazan—sin permitirse realmente creer que las merecen.
5) Sentirse responsables de las emociones de los demás
Si alguien a su alrededor está molesto, sienten que es su culpa, incluso cuando no tiene nada que ver con ellas.
Se apresuran a solucionar problemas, calmar conflictos y asegurarse de que todos estén bien, a menudo a costa de su propio bienestar.
Este hábito comienza desde la infancia; cuando el amor se siente incierto, aprenden a mantener la paz, a anticipar estados de ánimo y a volverse «fáciles de tratar».
Si las personas de las que dependían eran distantes, impredecibles o difíciles de complacer, aprendieron a adaptarse—ser lo que los demás necesitaban para sentirse seguras.
Pero en la adultez, esto se convierte en una carga pesada: absorben las emociones de los demás como una esponja.
Les cuesta establecer límites porque decir «no» se siente como un riesgo.
Sin darse cuenta, pasan su vida tratando de ganarse el amor siendo la persona en quien los demás siempre pueden confiar.
6) Necesidad de ser «la fuerte»
Son las que siempre parecen tenerlo todo bajo control.
No importa lo que estén pasando, rara vez piden ayuda, rara vez muestran debilidad y rara vez dejan que los demás las vean sufrir.
Para el mundo exterior, parecen independientes, capaces e inquebrantables.
Pero detrás de esa fortaleza hay un miedo profundo: miedo a ser una carga, a ser rechazadas, a no ser suficientes.
Cuando el amor en la infancia se sintió condicional o inconsistente, aprendieron a depender solo de sí mismas.
La vulnerabilidad nunca pareció segura, así que en su lugar, construyeron muros.
El problema es que ser siempre «la fuerte» puede ser solitario.
Mantiene a la gente a distancia y hace que sea más difícil recibir el amor y el apoyo que siempre necesitaron.
7) Vincular su autoestima a cuánto las necesitan
Se sienten más valiosas cuando están haciendo algo por los demás—cuando están dando consejos, ofreciendo apoyo o siendo esa persona en quien todos pueden confiar.
Si no son necesitadas, empiezan a cuestionar su propio valor.
Esto puede manifestarse en amistades, relaciones e incluso en el trabajo.
Aceptan demasiadas responsabilidades, dicen «sí» cuando quieren decir «no» y ponen las necesidades de los demás antes que las suyas propias.
Ser necesarias les da un sentido de propósito, una razón para sentirse importantes—pero este tipo de validación es frágil.
Las mantiene atrapadas en un ciclo de agotamiento, con miedo de que, si dejan de dar tanto de sí mismas, la gente deje de valorarlas.
El amor nos moldea
La manera en que buscamos validación no es aleatoria—suele estar profundamente conectada con el amor que recibimos (o no recibimos) en la infancia.
Los psicólogos han estudiado durante mucho tiempo cómo el apego temprano influye en la autoestima.
Cuando un niño crece sintiéndose amado y seguro, desarrolla una identidad fuerte.
Pero cuando el amor se siente incierto, inconsistente o ausente, puede pasar la vida buscando pruebas de que es suficiente.
Esta búsqueda puede tomar muchas formas—perfeccionismo, necesidad de aprobación, miedo a la vulnerabilidad—pero, en el fondo, se trata de intentar llenar un vacío que debió haber sido nutrido hace mucho tiempo.
Reconocer estos patrones es el primer paso para romperlos.
La validación real no viene de demostrar tu valor a los demás—viene de aprender a creer en él por ti misma.
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